25 años de la matanza de ETA en la plaza de la República Dominicana
Al filo de las ocho de la mañana del 14 de julio de 1986 Ignacio de Juana Chaos y Antonio Troitiño esperaban el paso de un autobús, un microbús y un todoterreno de la Guardia Civil por la plaza de la República Dominicana de Madrid.
En el interior viajaban setenta jóvenes guardias civiles -de edades entre los 19 y los 25 años- con destino a la Venta de la Rubia, donde realizaban prácticas de moto. Cuando el convoy atravesaba la plaza, los terroristas hicieron estallar mediante mando a distancia la furgoneta bomba que Idoia López Riaño había aparcado.
Aquella carnicería supuso el sexto atentado mortal cometido en Madrid en el último año. El célebre comando Madrid (compuesto por De Juana Chaos, Troitiño, Idoia López Riaño y otros tres miembros más) ya había sembrado con anterioridad de dinamita y pánico la capital de España. Su bautismo de fuego se produjo en junio de 1985, cuando ametrallaron al coronel del ejército Vicente Romero y su chófer.
Rememorar esa época solo trae malos recuerdos a Manoli Lancharro, que perdió a su hermano Antonio en la fatídica mañana del 14 de julio. Echa la vista atrás y lo primero que recuerda es lo desamparados que se sintieron por las instituciones: “Después del atentado los familiares ni siquiera tuvimos psicólogos. Los políticos se olvidaron de nosotros a los quince días, es lo que suele pasar en estos casos. Sin duda, por quienes más respaldados nos sentimos fue por la Guardia Civil”.
La psicosis acabó por instalarse entre los ciudadanos, que empezaron a convivir con la permanente amenaza del terrorismo.
La hermana del guardia civil Lancharro se lamenta de esa indiferencia que buena parte de la sociedad mostraba hacia las víctimas: “Cuando sucedió el atentado, había mucha gente que nos decía: ‘¿cómo le dejasteis ser guardia civil si sabéis que los están matando?’. No entendíamos cómo había gente capaz de decirnos eso”.
Puede que el cambio de mentalidad experimentado por la sociedad viniese motivado más tarde por el asesinato y secuestro de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua. En este caso la víctima era un político, no un policía. “Desde lo de Miguel Ángel Blanco y el 11-M la gente ahora es más comprensiva hacia las víctimas del terrorismo. A partir de ahí la gente se quitó la venda y el miedo”.
Puede que el cambio de mentalidad experimentado por la sociedad viniese motivado más tarde por el asesinato y secuestro de Miguel Ángel Blanco, concejal del PP en Ermua. En este caso la víctima era un político, no un policía. “Desde lo de Miguel Ángel Blanco y el 11-M la gente ahora es más comprensiva hacia las víctimas del terrorismo. A partir de ahí la gente se quitó la venda y el miedo”.
La gran cantidad de mandos militares y policiales que hay en Madrid es la razón por la que los criminales vascos la han convertido en la ciudad con más víctimas de España. Ciento veinte en total. En ninguno de los casos el ayuntamiento ha instalado una placa en su recuerdo.
Santiago Busqué tenía 19 años e iba en el interior de uno de los vehículos que aquella mañana trasladaba a los jóvenes guardias civiles a realizar las prácticas de motocicleta. Por suerte, hoy puede contarlo: “Fue muy duro, no puedo olvidarme de cuando ayudé a recoger los cuerpos de mis compañeros. Pero sobre todo me acuerdo de lo que sucedió después, del poco respaldo que tuvimos. Incluso para la Guardia Civil la situación no era cómoda. Nos escondían. Éramos y seguimos siendo incómodos y molestos para los políticos e instituciones”.
La pasividad de las Administraciones Públicas y, sobre todo, la excarcelación de Ignacio de Juana Chaos provocó la reacción de las víctimas y de un sector de la sociedad que se resistía a que el inductor de una de las mayores masacres cometidas en España recibiera tratos de favor.
“Cuando sucedió lo de De Juana, nos unimos mucho más porque la situación fue bochornosa, fue un mazazo. Sentimos que había que hacer justicia con los muertos y construir un monumento en su recuerdo”, señala Manoli Lancharro.
La idea era hacerlo sin ayuda pública, todo sufragado por donaciones privadas. Se trata del único monumento de Madrid que recuerda a los asesinados por ETA.
En los últimos años las víctimas del terrorismo no han hecho otra cosa que digerir las malas noticias que les daba el Gobierno. El último, la legalización de Bildu. La hermana de Antonio Lancharro lo tiene claro: “Todos vemos claramente que Bildu es ETA-Batasuna. Todos menos el Gobierno, claro. Lo único que se me ocurre es: ¿le debe algo a ETA? Los políticos se podían haber sentado a escucharnos y no a los asesinos. También deberían endurecer las penas”.
Las vicisitudes para las víctimas todos estos años no se han reducido a superar la muerte de sus familiares, ya de por sí dolorosa. Además han tenido que sacar fuerzas de flaqueza para sortear los obstáculos en forma de treguas trampa, excarcelaciones y legalizaciones de partidos proetarras. ¿Cómo afrontar todo eso? Manoli Lancharro lo hace con sencillez: “Cuando no hay justicia, lo único que queda es la fe, afortunadamente yo no la he perdido”.
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