Si hay una figura histórica que resista los envites del paso del tiempo, o lo que es lo mismo, del revisionismo histórico, esta es, sin duda, la de Abraham Lincoln. Su legado sigue levantando admiración, y en los Estados Unidos de América se le sigue considerando como el presidente más importante de su historia.
Acumuló indudables méritos. Probablemente su propia personalidad fuera el más importante de ellos. Su impronta quedó marcada por un carácter cercano y por ser un ferviente religioso, circunstancia que le hizo tener una especial empatía con el pueblo americano. Además el hecho extraordinario que supuso pasar de ser un humilde leñador a ocupar la presidencia del país más importante del mundo ayudó a engrandecer su leyenda. En su haber también hay que mencionar la valentía y el arrojo que demostró al convertirse en uno de los máximos artífices de la abolición de la esclavitud. Todo ello contribuyó a la formación de la enorme figura histórica que hoy representa para los EEUU.
Acumuló indudables méritos. Probablemente su propia personalidad fuera el más importante de ellos. Su impronta quedó marcada por un carácter cercano y por ser un ferviente religioso, circunstancia que le hizo tener una especial empatía con el pueblo americano. Además el hecho extraordinario que supuso pasar de ser un humilde leñador a ocupar la presidencia del país más importante del mundo ayudó a engrandecer su leyenda. En su haber también hay que mencionar la valentía y el arrojo que demostró al convertirse en uno de los máximos artífices de la abolición de la esclavitud. Todo ello contribuyó a la formación de la enorme figura histórica que hoy representa para los EEUU.
Líder del partido republicano, jamás titubeó para postularse como defensor de los derechos de los esclavos y posicionarse con los Estados del norte en la guerra de Secesión norteamericana. Guerra que, por cierto, trató de evitar a toda costa. Una vez desatado el conflicto armado entre los estados confederados del sur y los del norte, Lincoln mantuvo un discurso enfocado hacia la unidad de la nación ante el ansia secesionista que representaban los estados confederados. De esta forma, el norte, mayor desarrollado económica y políticamente, mantuvo un marcado rechazo a cualquier forma de esclavitud.
Respecto a su formación hay que decir que fue un autodidacta. Jamás pisó una escuela, de manera que todos los conocimientos que fue adquiriendo los obtuvo gracias a su tenacidad y ganas de saber.
Sus inicios en el terreno político llegaron en el seno del partido Whig, en el que llegó a ser elegido miembro de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos. Poco tiempo después el partido Whig se desintegró, por lo que se convirtió en uno de los fundadores del partido Republicano en torno a 1854.
El salto definitivo se produjo cuando fue nominado para ser el candidato a Vicepresidente de los Estados Unidos por el partido republicano en la elecciones presidenciales de 1856. A pesar de fracasar en el intento, los años venideros se iban a convertir en esenciales para su carrera política. En la Convención del partido republicano de 1860 Lincoln se alzó con la victoria, y se convirtió de manera oficial en el candidato republicano a la presidencia del gobierno.
La muerte le llegó cuando presenciaba una comedia musical en el teatro Ford. Fue el primer magnicidio de la historia de los Estados Unidos de América. Anteriormente esquivó la muerte en otros atentados similares como el de Baltimore o el célebre caso en el que llegó disfrazado a Washington para burlar a las hordas que preparaban su asesinato. La prensa sureña le atizó duramente por considerar “ridículo” que todo un presidente pudiera llegar a disfrazarse.
Si la historia le recuerda como el presidente más importante de los Estados Unidos de América se debe, en gran medida, a su tenaz defensa de la unidad de todos los estados frente a los secesionistas. El discurso que pronunció tras ser reelegido como presidente de la nación ahonda en la idea de unidad y reconciliación justo cuando la guerra civil norteamericana atravesaba su cuarto año. Todo un ejemplo de hermandad y perdón cuando aún estaban calientes los cadáveres de los ciudadanos americanos.
“Con malicia hacia nadie, con caridad hacia todos, con firmeza en lo justo, según Dios nos conceda ver lo justo, prosigamos hasta concluir la labor en la que nos hallamos; para vendar las heridas de la nación; para cuidar de aquel que haya sufrido, y también a su viuda y a su huérfano, para hacer todo lo que pueda concluir y consumar una paz justa y perdurable entre nosotros mismos y con todas las naciones”.
1 comentario:
Ese discurso de paz final... bien nos vendría en estos tiempos de "remuevemierdas".
Laffitte
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