Varapalo el sufrido ayer por el Sevilla. Antes de lo que hasta el más pesimista pudiese imaginar, el Fenerbache de Estambul ha terminado de forma trágica con la andadura sevillista en la vieja Copa de Europa. Ante un equipo a todas luces inferior, los hombres de Manolo Jiménez volvieron a ofrecer la versión Dr. Jekyll and Mr. Hyde que viene siendo habitual en la presente temporada. Alternaron ratos de espléndido fútbol de ataque con excesivas concesiones en defensa.
Ayer, nuevamente pagaron caro los despistes en las jugadas a balón parado. Los dos goles de los turcos llegaron de esta forma. Sobre el horizonte ahora todos recuerdan la figura -esta temporada tan necesitada- del capitán Javi Navarro. Después del 2-0 en 9 minutos, nadie presagiaba lo que posteriormente ocurriría. Esta vez San Palop no pudo salvar a su equipo, y el extravagante portero turco Demirel, arregló en la tanda de penaltys lo que había estropeado en los dos primeros goles encajados.
Sensación de impotencia para una afición que había llenado el estadio como casi siempre con la ilusión de conseguir más gloria en el viejo continente. Ahora queda la incertidumbre de saber que pasará con este magnífico elenco de jugadores a final de temporada. Si el Sevilla no logra clasificarse entre los cuatro primeros, a buen seguro que se podrá hablar de fin de ciclo. De ser así, un ruego: que Manolo Jiménez se vaya a un equipo conforme a su categoría como entrenador. ¿Acaso un pintor de brocha gorda restaura los cuadros de Velázquez en el Museo del Prado?
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