Acaba la decimosexta jornada del campeonato nacional de liga y concluyo lo siguiente: los 19 equipos que están detrás del Barcelona no juegan un pimiento. Porque ya me explicarán ustedes cómo es posible que el segundo mejor equipo de la liga ahora mismo sea el Sevilla de Manolo Jiménez. Sin duda, un dato muy esclarecedor que deja las vergüenzas de esta liga al descubierto.
Afortunadamente para los que creemos que cuanto mejor se juega al fútbol mayores posibilidades hay de ganar la liga (¿de las estrellas?), la diferencia en puntos entre el mejor equipo, que es el Barsa, y el segundo mejor, que es el Sevilla, es de 10 puntos. Tal y como juegan unos y otros, la diferencia de puntos es lógica y normal e incluso hasta algo ajustada. Lo que realmente convierte a esta liga en mediocre es el hecho de que entre el segundo clasificado y el sexto haya tan sólo 2 puntos de diferencia.
Hasta el momento, de los equipos ¿perseguidores? del Barcelona ninguno da la sensación en los partidos de ir verdaderamente a por la victoria. Resulta llamativo que equipos como el Sevilla, el Atlético o el Valencia (con plantillas con excelentes jugadores) planteen sus partidos jugando al contraataque. Juegan igual frente al Madrid que en el campo del Osasuna. Quizá tan sólo el Villarreal se desmarque un tanto de este estilo nefasto para el fútbol pero válido para entrenadores con aspiraciones no muy ambiciosas (Jiménez, Aguirre...) incapaces de sacarle mayor rendimiento a la calidad que atesoran sus plantillas. Si el Madrid no está entre los mencionados no es porque esté jugando a las mil maravillas, sino porque a pesar de la falta de identidad que demostró en la última etapa de Schuster, casi siempre da la sensación de ir a por los partidos... salvo en el Camp Nou, donde vimos a once jugadores blancos defender muy bien, pero sólo defender. La buena noticia para el fútbol -que no para algunos bolsillos- fue que el planteamiento defensivo del Madrid no le salvó aquella noche de marcharse derrotado.
Ante esta mediocre primera vuelta que está a punto de expirar, sería conveniente que los entrenadores de los equipos comprendidos entre el segundo y el sexto puesto meditasen si realmente les ha merecido la pena jugar de esta forma. Con media liga ya en la buchaca, el Barcelona se podrá permitir los lujos y tropiezos que quiera mientras sus principales rivales no sean más ambiciosos. El resultadismo, ya se sabe, es pan para hoy y hambre para mañana.
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