Casi desde el mismo momento en el que Laporta llegó a la presidencia del F.C. Barcelona, allá por 2003, muchos han visto en el presidente blaugrana algo más que a un buen gestor del legendario més que un club, hasta el punto de aventurar la política como el inevitable destino del mandatario catalán.
Razones no les faltan a los que así opinan. Lo cierto es que Laporta siempre ha dado sobrados motivos para creer en ello, jamás ha ocultado su fuerte pulsión nacionalista. Si echamos la vista atrás recordamos la permisividad con la que actuó su directiva ante la colocación en la grada barcelonista de mega-pancartas como la célebre 'Catalonia is not Spain', mostrada en un partido de máxima audiencia, para deleite de TV3. Tampoco es fácil olvidar aquella ocasión en la que se sirvió -esta vez de forma descarada- de la grandeza del club que preside para hacer propaganda de la plataforma ultranacionalista catalana que promueve y reclama lo que ellos denominan 'Paisos Catalanes', esto es, Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana. Se trataba de otra mega-pancarta, pero esta vez, mostrada en el césped y no en la grada. Tampoco han faltado las negativas del presidente culé a responder en castellano en multitud de comparecencias ante la prensa.
Ahora nos enteramos de la -en absoluto sorprendente- noticia de que Laporta asesorará a la Generalitat en política exterior. Todo queda en casa. Y es que no es casualidad que suceda esto después de que veamos cómo Laporta utiliza la imagen del Barsa para sus ambiciones políticas. Lo comprobamos domingo sí y miércoles también viendo el palco del Camp Nou repleto de los miembros del gobierno catalán. Para Joan era igual de importante que allí nunca faltaran ni el 'pan tumaca' o el cava de la tierra, como tampoco los Rovira, Maragall, Montilla, Puigcercós o la afamada Carmen Chacón.
El fútbol como escaparate y el Barsa como trampolín a la política. Més que un club, un trampolín.
Razones no les faltan a los que así opinan. Lo cierto es que Laporta siempre ha dado sobrados motivos para creer en ello, jamás ha ocultado su fuerte pulsión nacionalista. Si echamos la vista atrás recordamos la permisividad con la que actuó su directiva ante la colocación en la grada barcelonista de mega-pancartas como la célebre 'Catalonia is not Spain', mostrada en un partido de máxima audiencia, para deleite de TV3. Tampoco es fácil olvidar aquella ocasión en la que se sirvió -esta vez de forma descarada- de la grandeza del club que preside para hacer propaganda de la plataforma ultranacionalista catalana que promueve y reclama lo que ellos denominan 'Paisos Catalanes', esto es, Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana. Se trataba de otra mega-pancarta, pero esta vez, mostrada en el césped y no en la grada. Tampoco han faltado las negativas del presidente culé a responder en castellano en multitud de comparecencias ante la prensa.
Ahora nos enteramos de la -en absoluto sorprendente- noticia de que Laporta asesorará a la Generalitat en política exterior. Todo queda en casa. Y es que no es casualidad que suceda esto después de que veamos cómo Laporta utiliza la imagen del Barsa para sus ambiciones políticas. Lo comprobamos domingo sí y miércoles también viendo el palco del Camp Nou repleto de los miembros del gobierno catalán. Para Joan era igual de importante que allí nunca faltaran ni el 'pan tumaca' o el cava de la tierra, como tampoco los Rovira, Maragall, Montilla, Puigcercós o la afamada Carmen Chacón.
El fútbol como escaparate y el Barsa como trampolín a la política. Més que un club, un trampolín.
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