El relato de un hermano marista perseguido en la Cataluña de la Guerra Civil
El fracaso de la sublevación del ejército nacional en algunas ciudades españolas provocó que las fuerzas de izquierda tomaran el control de las calles ante la inhibición de las autoridades republicanas. Grupos anarquistas y comunistas hicieron de la Iglesia el blanco de todas sus iras. Los sucesos que tuvieron lugar en Barcelona el 19 de julio de 1936 han convertido esta fecha en un día aciago en la historia de los maristas.
La misa dominical que celebraron los hermanos maristas de Barcelona en la mañana del 19 de julio de 1936 tuvo escasa asistencia de fieles. La culpa la tuvo la radio, que a esa hora no paraba de dar noticias sobre el golpe militar que el general Franco inició dos días antes en Melilla. Mientras tanto, en el centro de la ciudad los soldados sublevados al mando del comandante López Amor se batían a fuego contra las fuerzas de izquierdas en un intento por controlar los principales edificios oficiales.
En mitad de la agitación general, el hermano marista Daniel Gutiérrez, de apenas 18 años, no acababa de creerse lo que estaba viviendo. Solo llevaba cuatro días en la Ciudad Condal y estaba asistiendo a lo que se iba a convertir en una verdadera persecución religiosa. Pasó los días junto al hermano Virgilio en la editorial Luis Vives, a la que había llegado destinado por los maristas.
Pronto comenzó él mismo a percibir la gravedad de la situación cuando las hordas izquierdistas se presentaron enfrente de la editorial. La chusma reveló su intención de penetrar en el edificio. En pocos minutos varios anarquistas lograron adentrarse y prender fuego en el interior. Daniel y Virgilio intentaron escapar por una de las puertas que daban a la calle, pero la turba los esperaba fuera con ganas de darles un escarmiento. No les quedó otra que saltar a un solar contiguo por la tapia del jardín. En la huida, la Virgen les echó un cable: algunos vecinos los descubrieron pero no dieron la voz de alarma pensando que se trataba de los anarquistas incendiarios.
El hermano Daniel recuerda los momentos de tensión e incertidumbre que tuvieron que vivir al no tener un lugar concreto al que acudir: “pasear sin rumbo fijo por las calles de Barcelona era toda una invitación a levantar sospechas. La ciudad era un hervidero de odio anticlerical”.
Gracias al temple y al ingenio del hermano Virgilio se hospedaron en un hotel cerca del Arco del Triunfo sin levantar sospechas. Se presentaron como profesor y alumno que estaban pasando unos días en Barcelona después del curso escolar. Un día unos pistoleros irrumpieron en la habitación cuando Daniel se encontraba solo. Le preguntaron qué hacía allí y dónde se había marchado su compañero. El hermano Daniel sacó el capote: “soy de Andalusía y he venido con mi profesó a pasá unos diah a Barselona despué de loh exámene”.
En pocos meses la FAI (Federación Anarquista Ibérica) se había hecho con la Consejería de Interior de la Generalidad, y el presidente Luís Companys impulsó el departamento de las Patrullas de Control. Eran días en los que la temida patrulla se presentaba por sorpresa en las pensiones y hoteles (normalmente a la hora de comer) para encontrar a los religiosos que se ocultaban por miedo a ser asesinados.
En pocos meses la FAI (Federación Anarquista Ibérica) se había hecho con la Consejería de Interior de la Generalidad, y el presidente Luís Companys impulsó el departamento de las Patrullas de Control. Eran días en los que la temida patrulla se presentaba por sorpresa en las pensiones y hoteles (normalmente a la hora de comer) para encontrar a los religiosos que se ocultaban por miedo a ser asesinados.
En una de estas incursiones la FAI lo expulsó de una pensión de la calle Enrique Granados. La razón, a priori, era alentadora: lo iban a enviar a Francia junto con otros cien hermanos maristas. Las negociaciones que Émile Aragou, superior de los maristas, había estado llevando a cabo con el secretario del Departamento de Investigación y Patrullas Aurelio Fernández, parecían haber dado sus frutos. Los anarquistas habían dado su palabra de liberar a todos los hermanos a cambio de 200.000 francos.
Antes de embarcar muchos hermanos tenían malas sensaciones: “Íbamos con mucha desconfianza, pero era a vida o muerte. En septiembre mataron a muchos, por eso todos dudábamos de ir al barco”. Ya a bordo se consumó la traición: los anarquistas faltaron a su palabra y le quitaron el dinero del rescate al hermano Adjuteur.
Después de este episodio, el 'Cabo San Agustín' puso proa hacia Barcelona. En la vuelta, los malos augurios se hicieron realidad cuando les internaron en la checa del antiguo convento de San Elías, célebre por los numerosos asesinatos que se produjeron allí.
Las probabilidades de salir con vida de la checa eran escasas, pero el hermano Daniel volvió a tener suerte. Uno de los mossos d'esquadra que vigilaba la checa, el teniente Soler, se percató de que un hermano suyo estaba preso. Inmediatamente informó al presidente Lluís Companys de las matanzas que allí estaban teniendo lugar. El presidente de la Generalidad intermedió para que cesara la carnicería.
Después de superar otra vez lo peor, el 10 de octubre los trasladan a la cárcel Modelo de Barcelona. Daniel estuvo internado hasta el 25 de julio de 1937. La salida respondió a la victoria de la UGT sobre la FAI y el consiguiente sobreseimiento de la causa.
Tras quedar por fin libre, un día de visita al hermano Doroteo en la Modelo, éste le dijo: “¿quieres ir a Mataró, que un buen payés quiere salvar en su masía a un marista joven?” A Daniel se le abrió el cielo, porque así se podía librar del cuartel y del temible frente.
En la clandestinidad del refugio obvió el decreto que ordenaba el alistamiento y asistencia a los campos de instrucción premilitar. La llamada a la última quinta se produjo en diciembre de 1938 con el inicio de la ofensiva nacional en Cataluña. Era la quinta de 1942, conocida como 'la columna biberón'. “La gente al verlos pasar decía: 'pobres míos, tan jóvenes...'. Por eso decidí presentarme en enero de 1939”.
Pero fiel a su estilo, Daniel se fugó del cuartel de Arenys de Munt y se adentró diez días en el monte junto con otros jóvenes. Fue allí donde esperó a la caída final de Cataluña.
Sobrevivió 3 años a la contienda fratricida en un territorio hostil. Desde luego, tuvo la suerte que le faltó a muchos de sus hermanos. Por eso, 75 años después del estallido, sigue haciendo una distinción: “una cosa es perdonar y otra olvidar. Y los maristas no olvidamos”.
SU NOVIA MARÍA
SU NOVIA MARÍA
Durante el largo período en el que el hermano Daniel estuvo escondido en la masía de Can Feu, un día Casilda le preguntó: “¿Tienes novia?” Cuestión lógica y de curiosidad femenina hecha a un joven de 20 años. Él respondió con reflejos: “sí, por supuesto”. Sin saciar su curiosidad, ella contraatacó: “¿y cómo se llama?”. Daniel, sin titubear le contestó: “María”. En realidad, qué lejos estaba Casilda de sospechar que la tal 'María' de sus amores suponía para él la más pura, fiel y la mejor de las madres posibles. Aquella que le protegió por el 'campo minado' de una larga guerra de más de treinta meses en la que, a pesar de no haber pegado un solo tiro, estuvo amenazado por la despiadada persecución religiosa, y después por estar escondido en territorio hostil teniendo edad para ser movilizado para el frente. Gracias a ella fue un “espectador lejano” de la guerra.
1 comentario:
Arriba Daniel 💪🏽💪🏽💪🏽
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