martes, 20 de septiembre de 2011

De vuelta a casa




Soldados repatriados, una reliquia devuelta a Rusia y José Bono -quién si no- que se cuela en esta historia




Navidad de 1971. La abuela de los hermanos Fernado y Miguel Ángel Garrido Polonio (por entonces unos niños) les confiesa que se llevaba a la tumba la pena de no haber podido velar a su hijo mayor Mariano, que murió en Rusia cuando era soldado de la División Azul. En la familia ni siquiera sabían el lugar exacto en el que estaba enterrado, tan solo que falleció el 31 de mayo de 1942 en combate, como recogía la carta que recibieron en casa aquella primavera.

Cuando los niños se convirtieron en hombres decidieron hacer realidad el sueño de su abuela: viajar a Rusia y repatriar el cuerpo del tío Mariano. No fue tarea fácil. En primer lugar, decidieron esperar a que la coyuntura política fuera más propicia, por lo que emprendieron el viaje unos años después de la caída del Telón de Acero.

Fue en 1998 cuando dieron, por fin, con los huesos de su tío. Para ello tuvieron que hacer frente a algunas vicisitudes como la negativa del Ministerio de Defensa a cooperar con ellos.

Superados estos obstáculos los hermanos no solo encontraron a su tío Mariano sino que crearon la Asociación de Desaparecidos en Rusia, una iniciativa para facilitar que historias como la de su abuela no se repitan. Desde su inicio ya han repatriado los cuerpos de diecisiete divisionarios y han cooperado en la vuelta de otros tantos.

Fernando desvela el recelo mostrado por Defensa: “pensaban que no seríamos capaces de repatriar a mi tío. Al año siguiente nos presentamos con seis cuerpos. Y les dijimos que íbamos a seguir. No tenía sentido que nosotros hiciésemos la labor que le competía al ministerio”. A partir de 2004 Defensa se concienció de que no podía quedar al margen de una empresa de tal envergadura y decidió colaborar.

En estos viajes contaron con la ayuda de Ramón Izaguirre, uno de los divisionarios que estuvo prisionero en la Unión Soviética y que volvió en 1954 en el barco Semíramis. “Nos sirvió de gran ayuda, ya que hablaba ruso que aprendió durante su cautiverio. Para mí ha sido un hermano. Todo tiene mucho más mérito si tenemos en cuenta que todos estos viajes los hicimos por nuestra cuenta, así como las búsquedas por los campos de batalla”, admite Fernando.

El procedimiento que han seguido en cada viaje es el siguiente: cuando los restos mortales de los españoles están en el cementerio alemán de Novgorod, el cual gestiona la asociación germana Volksbund, es ésta la que organiza toda la documentación y el ministerio de Defensa español el que ejecuta la repatriación. Si se encuentra enterrado en cualquier otro cementerio es la asociación rusa Dolina la que facilita la exhumación del cadáver y los hermanos Garrido los que lo llevan hasta España.

En total han realizado casi veinte viajes a tierras rusas y a estas alturas las relaciones con las autoridades locales son inmejorables. “Los rusos nos han dado una lección de dignidad impresionante. A pesar de que fueron invadidos siempre han comprendido que la muerte en combate merece ser tratada con respeto sea cual sea el bando o la nacionalidad”.

Estos lazos terminaron por estrecharse cuando los hermanos tuvieron un acto de generosidad con el pueblo ruso. Corría el año 2000 y los Garrido asistían a una ceremonia militar en Hoyo de Manzanares (Madrid). Cuando entraron en la capilla hubo algo que llamó su atención: una cruz ortodoxa de grandes dimensiones. Se acercaron a ella y observaron que encima tenía una paloma y al pie de la misma había una foto que mostraba a varios soldados de la División Azul recogiéndola del suelo.

Enseguida se dirigieron al General de la Academia de Ingenieros y le explicaron, ante el asombro de éste, que esa cruz había presidido siempre la cúpula de la Catedral de Santa Sofía de Novgorod y que, además, estaba considerada como una reliquia para los rusos. La cruz había sido derribada por un cañonazo soviético durante una batalla en el Kremlin de Novgorod.

Tanto el Ejército español como el Ministerio de Defensa desconocían el origen de la reliquia que había llegado a parar a Hoyo de Manzanares. Fue el brigada Bernardo Álvarez Iglesias el que transportó la cruz desde las ruinas de la Catedral rusa hasta la Academia de Ingenieros (por entonces en Burgos) para iniciar su reparación el 6 de marzo de 1943.

Inmediatamente los hermanos Garrido pusieron los hechos en conocimiento del ministerio de Defensa y no fue hasta 2004 (con el Gobierno socialista recién llegado al poder) cuando se concretó la devolución de la cruz. Tal honor le correspondió a José Bono, entonces titular del ministerio, que acudió a la ceremonia en el Kremlin de Moscú en noviembre de 2004.

En los preparativos del viaje el ministro 'olvidó' invitar a los verdaderos artífices de la restauración de la cruz en la Catedral de Novgorod, los hermanos Garrido. Bono fue condecorado con la Medalla de Honor de la Iglesia Ortodoxa de la Orden del Príncipe San Daniel de Moscú y con la Medalla al Mérito Militar por la confraternización de los ejércitos. Pero las autoridades rusas, en honor a la justicia, condecoraron con posterioridad a los hermanos con las mismas medallas.

Ya en tierras moscovitas Bono espetó al patriarca ortodoxo Alexis II lo siguiente: “no vengo a entregar esta cruz en nombre de España, ni siquiera como ministro de Defensa a hacerlo en nombre del Ejército español, vengo en nombre de Cristo”. Solo le faltó volver con el Oro de Moscú.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grande los hermanos Garrido, nada más que decir

paraca dijo...

He leído el libro nieve Roja dos veces he estado en Rusia soy socio del la Asociación Desaparecidos en Rusia amigo de los hermanos Garrido es impresionante la labor que han y siguen haciendo