miércoles, 14 de septiembre de 2011

Let's roll (¡Vamos a ello!)

11-S: Todd Beamer, el pasajero que lideró la revuelta en el vuelo 93
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 La vorágine informativa que desencadenaron los atentados terroristas del 11 de septiembre en los Estados Unidos se centró fundamentalmente en la destrucción de las torres gemelas de Nueva York. En total fueron cuatro los aviones que los suicidas islámicos secuestraron esa mañana con la intención de estrellarlos. En el último de ellos, el que acabó hecho trizas en un campo de Pennsylvania, viajaba Todd Beamer. Así transcurrió su última hora de vida.

Al filo de las 9:19 de la mañana del 11 de septiembre de 2001 el piloto Jason Dahl no daba crédito a lo que el controlador aéreo Ed Ballinger le estaba contando a través de la radio. Incrédulo, le pidió que le repitiera el mensaje. Ballinger se apresuró a ello ante el asombro del piloto: dos aviones se habían estrellado contra las torres gemelas de Nueva York.

Habían pasado exactamente quince minutos desde que el segundo avión se estrellase en el World Trade Center y Dahl estaba al mando del vuelo 93 de la compañía United Airlines que cubría la ruta entre Newark (Nueva Jersey) y San Francisco.

El impacto causado por la noticia no varió un ápice los planes del comandante de la nave, que prosiguió su inicial objetivo de arribar a la costa oeste americana. En ese trayecto con lo que no contaba el piloto era con que entre los pasajeros del avión iba a tener a cuatro terroristas islámicos. Y con lo que, desde luego, tampoco contaban los terroristas era con que uno de los pasajeros iba a ser Todd Beamer.

A simple vista Beamer era un ciudadano normal. Se ganaba la vida como gerente de ventas en Oracle, una de las grandes compañías de software del mundo, y estaba casado con Lisa Beamer, con quien tenía dos hijos y una tercera en camino. Estudió en el Wheaton College cerca de Chicago, ciudad en la que conoció a su mujer. Además en sus ratos libres era maestro de la escuela dominical en la Iglesia Alianza de Princenton en New Jersey. Hasta ahí, la vida de un tipo corriente.

Porque Todd Beamer dejó de ser uno más cuando decidió convertirse en el héroe del vuelo 93. Fue cuando eligió la forma de morir, es decir, cuando lideró la revuelta contra los cuatro terroristas que secuestraron el avión con el que pretendían estrellarse en Washington. Claro que esto no lo sabía todo el mundo.

En el instante en el que los terroristas se hicieron con el avión, Todd cogió el teléfono que había debajo de su asiento y llamó a una operadora de la compañía GTE, Lisa D. Jefferson, a la que alertó de que el avión había sido secuestrado por varios hombres con cuchillos. También le comunicó que tanto él como otros pasajeros a bordo no tenían la intención de permanecer expectantes ante los planes de los terroristas.

Luchar contra los secuestradores resultó ser algo excepcional. Así lo corroboró el informe elaborado por la Comisión Nacional del 11-S. Además hubo dos diferencias respecto con los otros tres aviones secuestrados en la misma mañana. El vuelo 93 fue el único en el que los islamistas no actuaron en grupo de cinco (Mohammed al-Qahtani, quien iba a ser el quinto en la operación, fue repatriado un mes antes cuando intentaba entrar en EEUU en el aeropuerto internacional de Orlando) y en el que más tiempo tardaron en hacerse con los mandos de la nave.

Según lo recogido en las cintas de la caja negra del avión, los secuestradores, que viajaban en primera clase, atacaron en torno a las 9:28 y fue cuando en la torre de control aéreo de Cleveland pudieron escuchar el primer “mayday” emitido por el piloto. En la segunda transmisión, treinta y cinco segundos después, se percibieron gritos de “fuera de aquí, fuera de aquí” (cuando se supone que dos de los terroristas entraron dentro de la cabina del piloto).

A las 9:32 los terroristas ya se habían hecho con el mando del aparato. Uno de ellos, probablemente Jarrah, emitió un mensaje al resto del avión: “Al habla el capitán, permanezcan en sus asientos, tenemos una bomba a bordo”.

Algunos pasajeros, presa del pánico, realizaron llamadas desde los teléfonos del avión así como desde sus teléfonos móviles. Fue entonces cuando los sucesos acaecidos en Manhatan media hora antes fueron conocidos por la mayoría del avión. Ahora la situación cambiaba.

A las 9:39 la torre de control aéreo de Cleveland logró escuchar un segundo mensaje proveniente de la cabina en el que informaba a los pasajeros que la nave tendría que volver al aeropuerto Newark de Nueva Jersey. Jarrah, quien demostró no dominar el uso de la radio, emitió el mensaje por error a la torre de control.

Tras el mensaje de Jarrah, Todd agarró el teléfono y volvió a comunicarse con la operadora. Previendo el fatídico destino que le aguardaba le pidió a la telefonista que le acompañara en el rezo del Salmo 23 (“El Señor es mi pastor, nada me falta”). De la misma forma le hizo prometer que llamase a su mujer para despedirse en su nombre.

A estas alturas, cuando ya todo parecía perdido, Beamer y otros pasajeros no quisieron que el Boeing 757 acabase matando a más gente en tierra. Por eso se lanzaron decididos hacia la cabina del piloto para tratar de arrebatarles el control a los terroristas. Estos, sabedores de su inferioridad numérica, comenzaron a realizar bruscas maniobras con el avión para impedir que el grupo de rebeldes alcanzase la puerta de la cabina.

Los terroristas islámicos, acorralados, giraron el avión bruscamente y lo pusieron panza arriba con la intención de que al caer sobre la tierra no hubiera ninguna posibilidad de aterrizar. Finalmente, tras oírse desde la cabina un grito de “Alá es el más grande” el aparato cayó en mitad del campo en la localidad de Shanksville (Pennsylvania).

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