martes, 10 de enero de 2012

Carmen de Olula



En la transformación de Carme a Carmen de Olula, los asesores de Chacón trataron de maquillar un currículum plagado de excesos nacionalistas. Porque en su hoja de servicios consta un catalanismo a prueba de bombas que demostró cuando apoyó a Pepe Rubianes (“a mi la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás, que se metan a España en el puto culo, a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario”) o cuando se sumó entusiasta a la inmersión lingüística en Cataluña.

Sin embargo, no fue sino su embarazo lo que motivó a Zapatero a convertirla en la primera mujer al frente del Ejército español. Y qué decir de su matrimonio con Miguel Barroso. Son legión los que creen que su meteórico ascenso tiene mucho que ver con la amistad que une a su marido y al expresidente del Gobierno.

Llega a la lucha por la secretaría general del PSOE tras derramar las pertinentes lágrimas de cocodrilo cuando renunció -más bien le apartaron- a batirse contra Rubalcaba por la candidatura para las generales del 20-N. En ese camino incluso le dedicó en público algunos mimitos que más bien parecieron una burla con aroma a revancha. Entonces, no le quedó más remedio que esperar paciente a que su querido enemigo se abrasara en la hecatombe zapaterista.

Hace unos días que Carme ha dejado de ser tal para convertirse en Carmen de Olula, o de España, aunque no se atreva a decirlo. Arribó a Andalucía ocultando su aureola de catalanista, pacifista, ministra de cuota y partidaria de multar a los que no rotulen en catalán. De milagro que no se vistiera de gitana.

En el pueblo de su padre definió el sistema de protección andaluz como “modélico” y aseguró que “cualquier modelo socialista que haya en España deberá contar con Andalucía, con su talento y con su experiencia”. Uno no sabe si lo dice por ser la comunidad con más parados de España o por el dinero de las subvenciones destinadas a los parados que ha acabado en cocaína y juergas.

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