miércoles, 9 de mayo de 2012

Señoritos, jornaleros y la Virgen del Rocío

                 El periodista Chaves Nogales retrató como nadie la Andalucía de la II República.

Cuando el semanario francés Voila publicó en su portada un reportaje sobre la Semana Santa de Sevilla en la primavera de 1936, el ambiente en algunos puntos de Andalucía era prerrevolucionario. En ese clima de desigualdades y tensiones el periodista Manuel Chaves Nogales reflejó la religiosidad popular andaluza en un texto -recuperado por la editorial Almuzara dentro de la recopilación Andalucía roja y la Blanca Paloma y otros reportajes de la República- ilustrado por el fotógrafo Robert Capa en uno de sus primeros trabajos en España.

En realidad, el texto de Chaves Nogales había sido publicado un año antes en el periódico Ahora, diario para el que escribía sus crónicas, casi todas ellas de temática social y fiel reflejo de los problemas que acechaban a la Andalucía de la II República. Uno de los grandes temas que abordó el escritor y periodista sevillano fue la conflictividad que había en el sector agrario. Bajo el título de Con los braceros del campo andaluz, Chaves Nogales publicó las conversaciones que mantuvo con los terratenientes y jornaleros en las que desmitifica el mito del 'señorito'.

En esta serie de artículos, Chaves Nogales señalaba que el señoritismo, los campos incultos, la usura y el latifundio eran “los cuatro puntos cardinales de la literatura demagógica” que se hacía al hablar del campo andaluz. Las largas jornadas que pasó de sol a sol junto a los campesinos le ayudaron a desmontar tópicos tales como que la lucha de clases era más feroz en el campo que en la ciudad. “Donde no hay señoritos los braceros estaban condenados a perecer de miseria. Se puede decir que el jornalero prefería el señorío feudal antes que el moderno explotador industrial”.

Uno de estos ejemplos se dio en Valdemaqueda, donde la casa ducal de Medinaceli cedió la explotación de unos pinares a una empresa industrial resinera. El resultado no pudo ser peor: el pueblo pereció de hambre. Sin embargo, cuando esas mismas tierras las explotaba el 'señorito' este sabía que tenía que darle trabajo a los hombres del pueblo, por eso les dejaba carbonear en el monte o que pastasen allí sus cabras. Como la nueva explotación industrial no tenía el compromiso de hacer este tipo de concesiones, el pueblo quedaba lleno de miseria.

Si había algo que temiera de verdad un terrateniente eran las épocas de vacas flacas. La confesión de uno de ellos a Chaves Nogales era demoledora: “no hay en toda Andalucía quien no sienta como un castigo del cielo el tener un cortijo. Los que no nos hemos ido ya es porque no podemos”. Y es que según señalaba el periodista, muchos de los trabajadores del campo estaban manipulados por los tres o cuatro mantras marxistas de la época “aunque en el fondo todos envidian al señorito, todos querían ser como él”.

Lo que más impresionó a Chaves Nogales de aquella experiencia rural fue que en el fondo el verdadero señorito andaluz no se diferenciaba demasiado de sus trabajadores, ya que estos vestían de campo y tenían la misma mentalidad. Con la misma facilidad que el señorito se arruina y deja sus tierras en manos de usureros, el bracero que había cobrado altos jornales en la siembra o la recolección, se muere de hambre cuando no hay faena en el campo porque se gastó su dinero en ser, a su manera, un señorito.

En uno de sus recorridos por Andalucía, Chaves Nogales hizo de 'cicerone' de un periodista francés. En una ocasión llegaron a un pueblo y un pelotón de obreros les recibieron formando una barrera humana ante el coche y diciéndoles:

- “En este pueblo hay cuatrocientos obreros sin trabajo, los patronos se han marchado por no pagar. Estamos recaudando, como podemos, el dinero para no morirnos de hambre. ¿Con cuánto van a contribuir ustedes?”

- “¿Hace un duro?”, dijo Chaves Nogales

- “Hace. ¡Salud!”, se despidió el obrero.

Y con el dinero a buen recaudo los obreros dejaron marchar a los periodistas. El francés, indignado con lo que había visto, anotó en su cuaderno: “los revolucionarios atracan a los turistas y les imponen contribuciones”. Solo un día antes y por este mismo método le sacaron cinco duros al expresidente de la República Niceto Alcalá Zamora.

No fue lo único que hizo llevarse las manos a la cabeza al reportero francés, ya que cuando Chaves Nogales le llevó al barrio de Triana en Sevilla comprobó las particularidades del movimiento obrero. El día que los fieles se preparaban para realizar la peregrinación a la aldea de El Rocío vio que desde los balcones de todo el barrio colgaban pancartas en las que se incitaba a secundar la rebelión alentada por sindicalistas y comunistas. Era así cómo despedían a los romeros que iban a realizar el camino de El Rocío. Andalucía, todo un contraste.

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