miércoles, 6 de junio de 2012

Corderos con piel de lobo


Por primera vez en la historia de la autonomía vasca, un Gobierno no nacionalista accede el poder. La alianza formada por el socialista Patxi López y el popular Antonio Basagoiti, rompe con tres décadas de lobos, en ocasiones, con piel de cordero. En la formación del nuevo Gobierno, una de las propuestas más esperadas: revertir la política lingüística implantada por el PNV desde el comienzo de la autonomía.

Tres años después, un diputado de UpyD, Gorka Maneiro, le ha recordado al Gobierno de coalición sus incumplimientos en materia lingüística. El diputado ha realizado una lista de casos flagrantes de discriminación lingüística que han tenido lugar en esta legislatura.

En la lista aparece un grupo especialmente castigado por la política lingüística: se trata de los empleados públicos, a los cuales se les exige conocimientos de euskera a pesar de que saber el idioma no es necesario para desempeñar su trabajo. Es el caso, por ejemplo, de los profesores sustitutos (de enseñanza no universitaria) a los que se les pide que sepan vascuence para dar clases de un idioma extranjero en el modelo A, (todas las asignaturas se imparten en castellano salvo el euskera).

La situación de los profesores contrasta con el propio Gobierno Vasco, cuyo personal directivo además del grupo socialista en el parlamento vasco no tienen exigido el conocimiento del euskera, cosa que también requieren a profesores sustitutos para dar clase de lengua castellana en el modelo A. Otros damnificados son los que imparten cualquier otra asignatura en castellano o en lengua extranjera. Como a una rusa que había cursado filología francesa en Rusia y a la que ni siquiera se la permitía dar clases de ruso como sustituta en la escuela oficial de idiomas.

Una retahíla de ejemplos que ponen de manifiesto que la enseñanza no universitaria está prácticamente cerrada a los profesores que no saben vascuence, incluso cuando las asignaturas se imparten en castellano o en lengua extranjera. Para que los no vascoparlantes pudiesen impartir ciertas asignaturas sólo sería posible cuando no hubiera vascoparlantes disponibles.

Hay más casos escandalosos. Como el de un director de orquesta que a pesar de tener amplia experiencia, conocimientos musicales contrastados y gozar del respaldo de alumnos y padres, podría perder su empleo por no saber euskera, algo que nunca ha necesitado para ejercer su profesión.

Si ninguno de los casos anteriores parece lo suficientemente grave, la política lingüística nacionalista ha provocado un caso especialmente doloroso. Es el de una mujer sordomuda a la que se le ha exigido un perfil lingüístico para poder seguir trabajando como auxiliar de cocina. La mujer, por razones obvias, ni siquiera podría ser examinada.

Todo esta sucesión de puntos negros en la administración vasca es aún más irritante cuando se conocen situaciones en las que funcionarios que han acreditado conocer el euskera no utilizan el mismo en su día a día. Es más, incluso para realizar un escrito en euskera se les obliga a pasar por los servicios de traducción, lo que revela dos cosas: que ni siquiera se confía en quienes en teoría deberían saber euskera y que socialistas y populares han caído en sus propias contradicciones al imitar un vicio nacionalista. Corderitos con piel de lobo.

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