miércoles, 27 de junio de 2012

El partido de la muerte



Todo comenzó en la panadería estatal número tres de Kiev, en la primavera de 1942. Allí se presentó en busca de trabajo el portero y estrella del Dinamo de Kiev, Nikolai Trusevich, que llevaba un año buscando algo con lo que ocupar sus ratos libres, prácticamente una rutina desde la suspensión de la liga soviética el año anterior. El dueño del local, Iosif Kordik, gran aficionado al equipo, no le dio la espalda a su ídolo y le contrató como barrendero.

En poco tiempo la panadería se convirtió en el centro de reunión de otros exfutbolistas. Kordik, que tenía buenas relaciones con los alemanes, aprovechó esta circunstancia para proponerles jugar un partido de fútbol contra un combinado de exjugadores ucranianos. A Trusevich no le costó gran cosa reunir a diez compañeros -siete del Dinamo y tres del Lokomotiv- para crear el equipo que iba a hacer historia en la URSS: el Start FC.

Para entonces las tropas alemanas llevaban un año ocupando Ucrania y miles de jóvenes tenían que elegir entre alistarse en el Ejército Rojo o colaborar con los alemanes, quienes encontraban con más frecuencia de la esperada la hospitalidad de unos ucranianos que los recibían con pan y sal en las manos -gesto típico de bienvenida en Ucrania-.

En Kiev se presentaron 40.000 voluntarios al Ejército Rojo pero entre ellos no se encontraban ninguno de los futbolistas que hace 70 años se enfrentaron en el llamado “partido de la muerte” a los soldados alemanes. El equipo formado por Trusevich era un combinado de futbolistas procedentes de los dos equipos punteros de Kiev: el Dinamo y el Lokomotiv.

La leyenda del Start comenzó a forjarse cuando derrotaron a un equipo de soldados húngaros y rumanos por 6-2 y 11-0 respectivamente. La fama de los jugadores ucranianos se extendió con rapidez hasta el punto de que el ejército alemán también jugó un partido contra las que hasta hacía poco habían sido las estrellas del fútbol soviético. Sin más suerte que los anteriores, los miembros de la Lutwaffe alemana perdieron 5-1, todo un golpe en el orgullo germano.

Tres días después de la derrota, el 9 de agosto de 1942, los alemanes solicitaron un partido de revancha en el estadio Zenit de Kiev. La expectación generada en la ciudad fue máxima y miles de ucranianos llenaron las gradas. Los futbolistas locales saltaron al campo con un uniforme más que digno: camiseta y pantalón blancos, medias negras y unas botas, eso sí, algo desgastadas. Según aparece en la película Match, ambos equipos formaron alineados ante el palco de autoridades con el brazo en alto y obligados a saludar con un “Heil Hitler”.

La hipótesis del saludo hitleriano es muy dudosa puesto que los miembros de la Luftwaffe, como los del resto de la Wehrmacht, hacían el saludo militar, y solo a partir del atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler -dos años después del partido-, se hizo obligatorio el “Heil Hitler” en todo el ejército. La tradicional versión soviética mantiene que los futbolistas ucranianos -a los que presentaban como prisioneros- gritaron “fitzkultura”, la versión soviética del proverbio “mens sana in corpore sano”, una especie de exaltación de la gimnasia proletaria.

No es el único punto polémico de la historia. La versión soviética siempre ha mantenido que en el descanso del partido miembros de la Gestapo irrumpieron en el vestuario del equipo ucraniano para amenzarles de muerte si ganaban el partido, cosa que en ese momento hacían por 2-1. Nunca se ha podido comprobar la veracidad de estos hechos ni tampoco la relación causa-efecto entre la victoria del Start por 5-3 y los jugadores fusilados un año después.

Lo que sí se sabe es quiénes fueron los futbolistas asesinados: el portero Trusévich, Ivan Kuzmenko y Aleksey Klimenko, que desde entonces se convirtieron en una leyenda y un símbolo de heroísmo en la resistencia al nazismo en la Unión Soviética. Tras la guerra el Gobierno soviético no quiso olvidar a los 'héroes del partido de la muerte' e instalaron una placa en su memoria en el mismo escenario del encuentro (el Zenit estadio hoy rebautizado Start): “a los jugadores que murieron con la frente en alto, ante el invasor nazi”.

Setenta años después, los hechos han sido difundidos en el cine (Evasión o victoria, Match, El último gol...) y en la literatura (Dynamo: El partido de la muerte, de Andy Dougan,) como la gesta de unos heroicos prisioneros que desafiaron al III Reich. Un ejemplo de cómo el aparato de propaganda soviético convirtió una bonita historia deportiva en una cuestión política.

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