martes, 6 de mayo de 2008

Lo que queda del 2 de mayo




No todos los que se quedaron en Madrid el pasado puente dedicaron su tiempo a visitar exposiciones con aires gallardonistas, decepcionantes corridas de toros goyescas u otros tipos de festejos del populacho madrileño. Por suerte, hay periodistas que realizaron una reflexión seria y rigurosa sobre lo que supuso el levantamiento popular madrileño ante las tropas francesas de aquel 2 de mayo de 1808. Así, leyendo uno de los muchos artículos que en los últimos días se dedicaron a analizar dicha efeméride, hubo uno que explicó con certeza las consecuencias que nos dejó ese histórico día. Se trata del artículo de opinión “dosmayeando” escrito en el diario ABC por Juan Manuel de Prada. Reproduzco extractos de su artículo que me parecen especialmente ilustrativos para explicar la actual situación de empanada mental -respecto a nuestra identidad e historia- en la que feliz e ignorantemente, vive el grueso de la población española en general, y los políticos en particular:
La celebración del bicentenario del Dos de Mayo está sirviendo para que se tergiverse la verdad histórica de un modo francamente vomitivo. A la izquierda, la celebración le resulta enojosa, pues sabe que aquella rebelión popular fue una reacción contra los ideales revolucionarios de los que ella orgullosamente se proclama heredera. La vicepresidenta De la Vega ha afirmado, refiriéndose a los afrancesados, que «fueron los que por primera vez defendieron un Gobierno responsable, que debía ocuparse de que los ciudadanos accedieran al bienestar, e incluso a la felicidad». La interpretación de su frasecita nos confirma que, para la izquierda, aquella Guerra de la Independencia que se inició con la revuelta popular del Dos de Mayo fue un acontecimiento luctuoso que retardó el advenimiento del Progreso.

Más patética aún es la interpretación del Dos de Mayo que nos propone la derecha, muy característica de la empanada mental que la corroe. La derecha no abomina de lo que ocurrió en aquellos días, pues intuye que fue una manifestación del genio español; pero está tan infectada por los apriorismos mentales impuestos por la izquierda que necesita enturbiar ese genio español con conceptos totalmente extraños al impulso originario de aquellos patriotas. Así, por ejemplo, la derecha sostiene que con la Guerra de la Independencia surge España como «nación de ciudadanos» y no sé cuántas paparruchas más.

Continúa Juan Manuel de Prada recordándonos a todos –ya que la “Historia de España” que padecimos en el bachillerato LOGSE no lo hizo– que la nación española no nació aquel 2 de mayo de 1808, sino mucho antes:
La idea de nación española se modeló de forma evolutiva desde el siglo VI, con la conversión de Recaredo a la fe católica, para cobrar contornos cada vez más nítidos durante la Reconquista, alcanzar su certeza constitutiva durante el reinado de los Reyes Católicos y hallar su expresión más acabada con la conquista y evangelización del Nuevo Mundo. Don Marcelino Menéndez Pelayo, que leyó más en un solo día de su vida que todos los representantes de nuestra patética derecha en todos los días de su desnortada vida, lo dejó escrito en el grandioso epílogo de su Historia de los heterodoxos españoles: «Esta unidad se la dio a España el cristianismo. La Iglesia nos educó a sus pechos con sus mártires y confesores, con el régimen admirable de sus concilios por ella fuimos nación, y gran nación, en vez de muchedumbre de gentes colecticias, nacidas para presa de la tenaz porfía de cualquier vecino codicioso. (...) España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas».
Doscientos años después nadie pierde su valioso tiempo en reivindicar la nación española. Unos por la sana costumbre de intentar convertirla en escombros, y otros, por sus tradicionales complejos y su rendición moral ante la ideología progre.

1 comentario:

Comisión de Biblioteca dijo...

Magnífico el artículo. Si a los Reyes Católicos, o -más atrás todavía- a San Isidoro, les dijesen que España iba a nacer en 1808, se les rompería el pecho a carcajadas.

Y bonita la foto de uno de los más entrañables rincones de Madrid. La vista de los jardines de Sabatini y el Campo del Moro debe ser bastante parecida a la que vieron los héroes del 2 de mayo.