Decía Amando de Miguel en una reciente entrevista concedida al semanario ALBA que el motivo principal de la crisis que sufre España hay que encontrarlo en la pérdida de la ética del trabajo. Una renuncia al esfuerzo que, según el catedrático, no es paralela a una crisis cultural, ya que estamos inmersos en un auge creativo. No es que servidor ose a contradecir al genial sociólogo, pero uno no percibe por ningún lado que España siga el camino de su más brillante pasado cultural ni se sienta orgullosa de sus mejores épocas. Todo lo contrario. Uno echa la vista atrás, sin irnos muy lejos, y divisa en los dos primeros tercios del siglo XX un verdadero auge cultural protagonizado por los integrantes de la Generación del 98, del 14, y del 27, por uno de los mejores filósofos europeos del XX, José Ortega y Gasset, músicos como Manuel de Falla o Isaac Albéniz, científicos como Gregorio Marañón o Santiago Ramón y Cajal, humanistas como Julián Marías y pintores de la talla de Dalí o Picasso. Eso es auge cultural.
Viene todo esto a cuento de la decisión que ha adoptado Francia de reconocer las corridas de toros como “patrimonio cultural inmaterial”. Se trata del primer país en hacerlo. El Ministerio de Cultura galo se nos ha adelantado para sonrojo nuestro, claro. Habrá a quienes esto que escribo les parecerá una estupidez. Pero creo que es sintomático que España no se haya atrevido todavía a proclamar orgullosa a todo el mundo cuál es una de sus más antiguas tradiciones. Quizá lo haga ahora, cobardemente, a rebufo de nuestros vecinos que deben estar observando atónitos cuán acomplejados podemos llegar a ser al sur de los pirineos.
A uno le da que pensar que un país con una tradición taurina muchísimo menos arraigada que la nuestra se haya atrevido a dar el paso. Qué declive el nuestro. Qué forma de negar nuestra esencia, de negar la realidad. ¿O es que las numerosas ganaderías que hay a lo largo y ancho de toda España son solo parte de un decorado ficticio encargado de embellecer los paisajes de nuestras carreteras? ¿Acaso cometían apología del crimen todos aquellos pintores, escritores, cantantes y demás artistas que dedicaron parte de sus obras a la tauromaquia? Siento curiosidad por saber qué ocurriría si los toros fueran originarios de la cultura anglosajona. Qué no habrían hecho ya los norteamericanos o los ingleses de haber sido suya la Fiesta Nacional. No es difícil imaginar cuántas horas en Hollywood les habrían dedicado los yankies o cuántos toreros mostrarían orgullosos sus títulos de caballeros del Imperio Británico…
Otra vez nos ha pillado el toro a contrapié. Y esta vez cantaba la marsellesa. Menudo revolcón.
1 comentario:
muy buen artículo.. gusten o no las corridas de toros, esto debería dar que pensar.
Todos los países defienden sus tradiciones y su cultura sean las que sean. España se avergüenza de las suyas.
Por esto somos lo que somos y no nos engañemos, tenemos lo que nos merecemos.
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