miércoles, 18 de abril de 2012

Fiesta para todos



Mencionar Udmurtia es mencionar uno de los lugares con mayor industria militar del mundo. En su capital Izhevsk, Mijaíl Kalashnikov inventó durante la Segunda Guerra Mundial el rifle de asalto más famoso del siglo XX: el AK-47. Perdida entre los montes urales, la república rusa de Udmurtia es también conocida por ser uno de los territorios más ricos en petróleo del país.

Desde hace algún tiempo los medios de comunicación hablan de una aldea y no es por haber fabricado un nuevo sofisticado fusil. No. Las culpables han sido ocho octogenarias de un pueblecito llamado Buranovo que van a representar a Rusia en el próximo festival de Eurovisión. De momento, ya han revolucionado al país entero y a los internautas de toda Europa con su canción Party for everybody . Son las abuelas Buranovskiye Babushki.

Para explicar el salto a la fama de las abuelas hay que remontarse a lo que sucedió en Buranovo en 1939. Entonces hacía más de dos décadas que la revolución bolchevique había triunfado y algo más de diez años que Stalin gozaba de un poder absoluto. En esa coyuntura la persecución religiosa se recrudeció y miles de iglesias desaparecieron del vasto territorio soviético, entre ellas la de Buranovo.

Desde entonces sus seiscientos vecinos no tienen la posibilidad de acudir a misa a no ser que sea desplazándose hasta la iglesia más cercana. Esto, la cercanía, casi parece un eufemismo teniendo en cuenta los cuarenta kilómetros que hay de distancia. Otra dificultad aún mayor es la de enfrentarse a las carreteras cubiertas por la nieve en los largos y fríos inviernos -con una media de 13 grados bajo cero- que ponen a prueba las ganas de los fieles por asistir a misa.

Han soportado la peor de las guerras posibles, años de pobreza y miseria, una larga persecución religiosa y haber vivido bajo un régimen totalitario. A pesar de que ha pasado mucho tiempo desde entonces las abuelas no olvidan cómo se las gastaba José Stalin. Bajo el comunismo ejecutado por El Hombre de Acero se desató una gran persecución religiosa en la que desaparecieron muchas iglesias, y las que no se destruyeron se convirtieron en museos del comunismo.

Las ocho de Buranovo forman parte de la generación que nació después de la transformación de la Rusia zarista y ortodoxa en el Estado ateo proclamado por Stalin. El dictador georgiano solo relajó la presión sobre la religión cuando la Unión Soviética estaba ocupada por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Stalin -que sabía que gran parte de la población seguía manteniendo su fe y necesitaba contar con todos para derrotar a los alemanes- ordenó la reapertura de las iglesias y permitió que los sacerdotes ortodoxos bendijeran a los soldados que volvían a mostrar imágenes de santos.

Todo ese pasado es el que las abuelas Buranovskiye Babushki quieren enterrar para siempre, de ahí su afán por reconstruir la iglesia de Buranovo y saldar cuentas con la Historia. Se acuerdan de todos los sacerdotes, religiosos y laicos que fueron obligados a renegar de su fe. “Ese es nuestro objetivo, esperamos un poco de ayuda divina”, señalan.

Las ocho abuelas -de las cuales solo podrán actuar seis- que acudirán a Eurovisión cantarán en la lengua local, el udmurtia, pero también en inglés. Entre todas suman más de quinientos años, cosa que no les ha impedido derrotar a otros veinticinco aspirantes. A medida que han ido superando las rondas su fama aumentaba al tiempo que el público mostraba cada vez más entusiasmo. Si superan la primera semifinal -que se celebrará el 22 de mayo- acudirán cuatro días después a la gran final de Baku en Azerbayán.

Las abuelas han generado mucha simpatía en todo el país que ahora tararea una canción de ritmo ethno-pop y letra pegadiza. Party for everybody se ha convertido en un fenómeno de masas: en internet las abuelas tienen videos que superan el millón de visitas y las televisiones rusas hablan de las simpáticas octogenarias prácticamente a diario. En el resto de Europa los medios de comunicación han seguido la tendencia rusa y han divulgado con detalle la historia de las mujeres de Buranovo.

Las seis octogenarias aparecen en el escenario vestidas con los trajes típicos udmurta -unos vestidos de color rojizo a cuadros, un pañuelo recubriendo la cabeza, unas pequeñas medallas alrededor de la frente y una especie de medallón dorado colgado del cuello-. Entonces comienzan a cantar aquello de “fiesta para todos, baila/ venga, baila/ venga boom, boom” y el público se entrega entusiasmado.

Las abuelas han pasado de lanzarse en trineo, ordeñar cabras y preparar vodka casero en las gélidas tierras udmurtas a ser consideradas por las casas de apuestas como las segundas con más opciones de llegar a la final. De momento, se lo toman con tranquilidad. “Seguimos plantando patatas y alimentando ganado. Sabemos que el interés por nosotras puede evaporarse en cualquier momento, no necesitamos gloria ni riquezas. Somos gente tímida, no nos gustan los alborotos”. Pues menos mal.

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